Enseñar a dormir a un bebe... ¿es posible? Se conocen escritos acerca de los remedios para que los bebés duerman que datan de la época romana, así que no lo neguemos: el problema existe, pero no está tan claro que se puedan controlar los despertares nocturnos de un niño durante la primera infancia. Para el pediatra José María Paricio, autor del exitoso libro «Tú eres la mejor madre del mundo», «es como si nos empeñamos en que un bebé de 9 meses controle ya el pipí. Esto de enseñar a dormir a los bebés se basa en una idea falsa. Los bebés no aprenden a dormir. Todos los que están sanos saben cómo dormir sin que se lo enseñen, lo que no saben es cómo queremos los adultos que duerman».
Paricio explica que para condicionar en algo a un animal o persona, se puede hacer con dos tipos de estímulos: positivos o de recompensa (cada vez que haces algo bien, como yo quiero, te premio) y negativos o de castigo. «En mi opinión, son más efectivos y agradables para conseguir la conducta deseada los estímulos de recompensa que los de castigo». «El método conductista para lograr que un bebé que no se quiere dormir lo haga no puede, por lógica, conseguirse de aplicar estímulos positivos (si se duerme le daré pecho o biberón después, o si se duerme le haré una sonrisa que le encantará)», añade.
La guerra de los «métodos»
El método que se aplica para que los niños «aprendan» a dormirse solos tiene dos versiones, denominadas poco sutilmente «extinción estándar» y «extinción gradual». Las dos versiones, prosigue Paricio, «tienen en común varias ideas claras: la noche es para dormir, cada uno duerme en su habitación y nada de tonterías (arrumacos, nanas, etc). De eso nada de nada». La extinción estándar, que Paricio califica de «brusca», es sencilla: cuando el bebé llora porque no se quiere dormir solo, simplemente se le ignora: se cierra la habitación y no se abre hasta la mañana siguiente, llore lo que llore. Dicen estos expertos en sus libros que la primera noche pueden llorar media hora, pero a la siguiente solo un cuarto, a la otra cinco minutos, y a la otra que ya no lloran, han «aprendido» a dormir. «Y parecen tener razón», concluye eventualmente este pediatra.
Para padres con corazones menos rudos, otros expertos más sensibles idearon el método de la extinción gradual: el primer día cuando llore cierras la puerta y te esperas, por ejemplo, cinco minutos. Entonces entras, sin cogerlo le dices que lo quieres mucho y vuelves a salir en menos de un minuto. Lo dejas llorar el doble de tiempo antes de volver a entrar y el dobe de tiempo las siguientes veces hasta que se duerme. La siguiente noche es lo mismo pero con los tiempos incrementados al doble según una tabla de tiempos. El método, con cierta frecuencia, requiere varias semanas de aplicación y refuerzos al pasar el tiempo, o ante cambios en el ambiente (vacaciones) o situaciones especiales (haber estado malito con un catarro).
El método del cariño, mimos, rutinas...
A Paricio estos métodos le parecen una barbaridad. «Me da igual que lo propongan expertos y sociedades de sueño, y que digan que no se han publicado efectos negativos a corto o a largo plazo. Me sobran las explicaciones científicas: dejar llorar a una personita sin atenderla, y nuestros hijos son personas, está mal y creo que no hay que hacerlo. Es más, es reprobable». Para los que no están de acuerdo con estos métodos, Paricio propone «cariño, mimos, rutinas, sentido común y paciencia». «Nada atractivo para un padre ojeroso, derrotado porque no duerme, agotado, y buscando soluciones eficaces y rápidas, lo reconozco», reconoce a ABC.
Estas son sus propuestas para intentar, al menos, ganar minutos al sueño de nuestro bebé:
—Crear referentes para sincronizar los ritmos del bebé y niño con el día y la noche. La luz, los ruidos y la actividad se asocian al despertar y lo contrario al dormir. Conviene y no es difícil, porque así ocurre normalmente, intentar reproducir esto, tanto al dormir como al despertar, en especial a partir de los 6 meses de edad.
—Pasar un rato en la cama del hijo, contarle un cuento o cantarle una canción que le gusta y conozca.
—Ver que el pañal esté limpio, no taparlo mucho en la cama ni tener la habitación a temperatura superior a 20ºC para que no tenga demasiado calor.
—Se puede aminorar el rechazo a acostarse por la noche en niños mayorcitos de un año controlando la siesta de la tarde sin dejar que sea muy larga ni demasiado tarde, no dando demasiada comida o bebida por la noche a la hora de acostarlo y no viendo la tele tampoco a esas horas.
—Si los padres ven que el niño tiende a dormirse habitualmente media hora o una hora después de la que creéis que es su hora de dormir, puede que tenga algo parecido a lo que los expertos llaman un «retraso de fase», que ocurre, pero más grave, en los adolescentes: se les está acostando antes de que tengan sueño. «Basta en estos casos atrasar esa media hora o una hora, esperar a que aparezcan signos de sueño para ponerlos a dormir y solucionar bastante el problema», recomienda este experto.
—A partir de los dos años la mayoría de los bebés comienzan una fase del desarrollo que se que se caracteriza por la autoafirmación y, por tanto, el negativismo de lo que les viene de fuera. «Basta que les digan algo para decir o hacer lo contrario, su palabra preferida es «no». La solución es ir tanteándoles para que ellos mismos decidan ir a dormirse, a veces funciona hacerles creer que es algo muy divertido, pero no siempre, que saben mucho», sugiere este pediatra.
—Por supuesto, no hay que despreciar ni burlarse de sus temores a quedarse solo; puede que convenga dejar una lucecita encendida o la puerta de la habitación un poco abierta.
—Como entre el primer y quinto año desarrollan estrategias para no quedarse solos, suelen alargar las rutinas del acostarse, pidiendo otro cuento u otro vaso de agua... «Todo va a depender de la paciencia de cada cual y del tiempo que tengamos y lo cansados que estemos; en algún momento se le puede explicar que ya es tarde y ponerse firmes sin dejar de ser cariñosos», propone Paricio.
—Al ir creciendo muchos niños, aunque toleran dormir en sus camas, cuando se despiertan por la noche van a dormir a la cama de sus padres. «Podemos intentar devolverles a su cama explicándoles que hay que descansar, aunque a veces lo más práctico para acabar antes y seguir durmiendo es hacerles un hueco y ya está. Tranquilos, que siempre llega el día en que cada cual acaba durmiendo en su cama