El monolito que se levanta en este céntrico espacio es más que un recuerdo al general Torrijos. Bajo él reposan sus restos y los de otros 47 fusilados con él en la playa de San Andrés. Ésta es la historia
¿Alguna vez se ha planteado, cuando pasea por la plaza de La Merced, que más allá de que fuera el lugar en el que nació Picasso es también un cementerio? Sí, ha leído bien. El céntrico espacio, ahora de actualidad por las idas y venidas con el cine Astoria, tiene una historia de auténtica película. Los protagonistas, el general liberal José María de Torrijos y los otros 47 hombres que fueron fusilados en las playas de San Andrés por orden de Fernando VII el 11 de diciembre de 1831. En realidad fueron 49 los represaliados, pero bajo el monolito de la plaza de La Merced sólo reposan los restos de 48. El que falta, el irlandés Robert Boyd, descansa en el Cementerio Inglés porque al ser anglicano no estaba permitido que se enterrara con el resto de compañeros. De hecho su cuerpo es la primera sepultura oficial del camposanto inglés, inaugurado en las mismas fechas que las del fusilamiento.
La historia de los personajes que reposan bajo el monumento de la plaza de la Merced es apasionante, y la cuenta la historiadora Mar Rubio, responsable de la empresa de gestión Cultopía (www.cultopia.es) e impulsora de esta ruta histórica por los lugares que pisó Torrijos en sus últimas horas de vida. El general, figura imprescindible para entender la historia de España del siglo XIX y uno de los protagonistas de los enfrentamientos entre absolutistas y liberales, quedará para siempre ligado a la plaza de La Merced no sólo con su monolito, diseño del entonces arquitecto municipal Rafael Mitjana (que da nombre a otra famosa plaza del centro), sino con sus propios restos. Los suyos y los de sus hombres reposan en una gran cripta excavada bajo .
el monolito que fue inaugurada a la vez que el monumento, once años después del fusilamiento del grupo. En un primer momento los cuerpos fueron trasladados al Cementario de San Miguel: los de Torrijos y los de otros militares de mayor rango (López Pinto y Flores Calderón) reposaron sus primeros años en nichos, mientras que el resto fueron enterrados en una fosa común.
Sólo se ha abierto tres veces
Sin embargo, con el paso de los años y con el cambio de régimen de Fernando VII al de Isabel II llegó el momento de honrar “la memoria de estos hombres como merecían”, explica Rubio. Los primeros años de gobierno de Isabel II, que fueron asumidos por su madre María Cristina de Borbón como regente porque Isabel era apenas una niña, fueron posibles gracias a una alianza con los liberales, que reclamaron honras para los hombres que lucharon por su causa. Así fue como se gestó el monumento a Torrijos y los suyos en la plaza de la Merced, que once años después fueron trasladados del cementerio de San Miguel a la cripta del monolito en una solemne ceremonia. En ese lugar hay hoy tres ataúdes con los cuerpos de los tres militares de mayor rango (entre ellos el general) y los restos de sus hombres los acompañan.
De la cripta poco más se sabe, ya que permanece cerrada a cal y canto y sólo se ha abierto en tres ocasiones para las imprescindibles labores de conservación: una de ellas fue en la segunda República, la otra durante la Transición y la última hace apenas unos años, en los primeros compases de la década de 2000.
Fuente: diariosur.es
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