El ejecutivo cincuentón que mamaba argumenta que ‘es algo natural que no debería escandalizar a nadie’
Coslada, Madrid. Una nueva batalla ganada para los talibanes de lo ‘casto’, ‘lo puro’ y el ‘te quedarás ciego como sigas mirando esas páginas de Internet’. El pasado miércoles, Pili J. (joven secretaria, madre de gemelos) fue detenida por los guardias de seguridad de un centro comercial ante lo que se consideró una “falta de decoro y un atentado contra la moralidad”. La pobre joven fue detenida sólo porque estaba dando de mamar.
Lo que quizás ya no era tan normal era el lugar, un banco en la salida del centro comercial. La hora: 23:54. Y el beneficiario de tan nutritivo acercamiento: José Manuel H., Project Manager en una conocida multinacional. Según el ejecutivo, todo se debe a un malentendido. En palabras del mismo: “No sé por que nos escandalizamos tanto. ¿No somos mamíferos? ¿No le gusta a la gente volver a antiguos hobbies y aficiones nostálgicas? Entonces por qué no puede uno volver a sus orígenes como chiquillo y disfrutar. Vale que le saque diez años, que ella tenga una copa C natural y tersa. Vale que en casame esperan una mujer y tres hijos, pero eso son minucias. Lo importante es que se ha vulnerado mi libertad."
“Exacto. ¡Qué importa que se sacara un pecho!” - comentan, enfurecidas, las madres defensoras de la lactancia pública - “Qué importa que el que estuviese mamando fuera un señor de cuincuenta años. Ése no es el tema. Hemos visto niños que antes de salir de botellón toman un poquito de leche de su madre para echársela al gintonic. ¡Y eso es belleza. Es bonito! La única realidad aquí es que nos están robando nuestros derechos. El derecho a alimentar a nuestros hijos, nietos o señores que pasen accidentalmente por la calle. ¡Fascistas!“
Por otro lado, el atónito guardia de seguridad del centro comercial asegura que, “hombre, muy normal no le pareció. Y eso que he trabajado antes de acomodador en un cine y ya estoy curado de espantos.” Aun así, ante el escándalo montado por las asociaciones pro derecho a la lactancia, el vigilante ha pedido disculpas ante lo que, según parece ser, solo fue un malentendido. El centro comercial, a modo de disculpa, ha contratado un perito que realizará un informe plenamente exculpatorio, a fin de entregarlo a la mujer del ejecutivo y evitarle embarazosas explicaciones.
Así que, guardianes del pudor, centinelas de occidente, la próxima vez que veáis un señor amorrado a los pechos de una jovenzuela, ¡cuidado! Quizás sólo era un pobre hombre rememorando tiempos mejores. O incluso un sofocado obrero al que le ha dado un bajón de azúcar en plena calle. Y, es que, por suerte, siempre podemos encontrar a un buen samaritano que nos eche una mano.
Fuente: eljueves.es