El cantante Demis Roussos muere a los 68 años en Atenas

El popular músico griego vendió 60 millones de discos en todo el mundo


El cantante griego Demis Roussos fue uno de los artistas más populares en Europa durante los años setenta. En España triunfó con epopeyas románticas del calibre de Mañanas de terciopeloAdiós, amoradiósMorir al lado de mi amor o Quiero bailar esta canción.
Durante este fin de semana, pinchaban música griega en algunas emisoras españolas, por aquello de ambientar la actualidad política; hubiera sido un buen momento para recordar a Demis Roussos. De verdadero nombre, Artemios Ventouris Roussos, el cantante moría en la noche del sábado al domingo en un hospital ateniense, con 68 años.
Cierto, los baladones de Roussos no encajaban con el drama electoral griego. Pero era el modelo del artista periférico que supo adaptarse a las necesidades del mercado paneuropeo: a partir de 1971, grabó en inglés pero también en francés, español, alemán, italiano, portugués y otros idiomas, con un enorme éxito.
La suya era también la historía de una constante reinvención. Nacido en Alejandría en 1946, el chico pronto demostró sus poderes interpretativos como solista de un coro ortodoxo. La familia Roussos dejó Egipto tras la frustrada invasión del canal de Suez por fuerzas británicas y francesas. En Grecia, el joven Roussos vivió la fiebre de los grupos pop: sus cuerdas vocales se adaptaban a la música más negroide. En 1967, recogiendo el espíritu del momento, formóAphrodite’s Child, en compañía de otros músicos inquietos como Evangelos Papathanassiou, más conocido como Vangelis.
En Aphrodite’s Child, Roussos cantaba y tocaba el bajo. El grupo pronto entendió que no iba a prosperar en la Grecia de los coroneles, que ni siquiera toleraba las melenas masculinas. En 1968, tras ser rechazados en la frontera del Reino Unido, se instalaron en París. Allí grabaron Rain and tears, un tema basado en Pachelbel con letra de Boris Bergman, hecho a medida para el fenómeno de la chanson slow. Efectivamente, fue un impacto en toda Europa, aunque apenas se beneficiaran económicamente: obligados por las circunstancias, firmaron uno de aquellos contratos despiadados, tan típicos de la época.
Aphrodite’s Child tenía el alma dividida. Vangelis prefería los meandros del rock progresivo: el disco final del trío, publicado en 1972, era un doble álbum de temática bíblica, titulado 666, con una intervención orgásmica de la actriz Irene Papas. Por su parte, Roussos ya había comenzado su trayectoria como solista, que acentuaba las baladas. En realidad, la relación no se rompió: Demis colaboraría incluso en la banda sonora de Blade runner (1982).
Demis y su discográfica, Phonogram, intuyeron que había demanda de un europop pensado para el gran público internacional; era la misma cantera que estaba explotando Abba. A diferencia de los suecos, Roussos alardeaba de denominación de origen : en sus éxitos solía aparecer el buzuki en medio de melodías soleadas. Temas como « Mañanas de terciopelo » sugerían un Mediterráneo que recuperaba una idílica sensualidad bizantina. Se trataba, que conste, de una composición del ateniense Lakis Vlavianos, que escribiría varios de sus grandes éxitos.
Ayudaba la imagen de Demis, a medio camino entre un gurú del amor y un pope renegado : hirsuto, sonriente, carnes abundantes cubiertas por una túnica blanca. Un bon vivant: mi único encuentro con él tuvo lugar en un fabuloso restaurante indonesio de Amsterdam; aunque el local estaba en una calle peatonal, a Demis se le permitió acceder en un Rolls Royce blanco. Explicaba que viajaba demasiado para luego privarse de las delicias de cada país.
La obesidad se convertiría en un verdadero problema: llegó a bordear los 150 kilos. En 1980, inició una dieta con buenos resultados: publicaría luego libros como Cuestión de peso y La dieta disociada.Se convirtió, para su desdicha, un personaje parodiable: esa etapa coincidió con un descenso de su popularidad y episodios de depresión. No ayudó el hecho de que, en 1985, fuera uno de los pasajeros de un avión secuestrado por miembros de Hezbolá, un episodio que le obligó a replantearse sus objetivos vitales.
En las últimas décadas, trabajó mucho por los países emergentes, desde Rusia a Brasil: su romanticismo heleno no tenía fecha de caducidad. Musicalmente, probó con las músicas étnicas y las partituras clásicas (grabó un fragmento del Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo). Muy marcado por la cultura francesa, también lanzó Inmortel, con joyas de la chanson, e incluso adaptó a poetas como Baudelaire. El recopilatorio The phenomenon, una coleccción de cuatro CD publicada en 1998, revelaba que Roussos, aunque habitualmente cedía al mínimo común denominador, nunca renunció a los experimentos y los caprichos.

Fuente: elpais.com